responsabilidad social empresarial
¿Ventana estratégica o caja de Pandora?
Después de unos lustros en que la práctica de la RSE se ha desarrollado lentamente pero con solidez en paralelo a la aparición de una nueva economía basada en el conocimiento, ahora el mundo se encuentra inmerso en una crisis económica global, que en gran medida ha venido propiciada por la falta de responsabilidad social de algunas empresas y sectores, especialmente en cuanto a ética y transparencia.
La necesidad de regulación de los mercados se ha hecho patente y los que proclaman la desregulación exponen sus puntos de vista con la boca pequeña. Corremos el riesgo, sin embargo de una evolución pendular hacia modelos neoreguladores que no atiendan suficientemente el carácter dinámico de la economía. Una economía innovadora pide la seguridad jurídica de las normas pero también la libertad de poder descubrir nuevos modelos.
Los enfoques de RSE pueden ser parte de la solución en una coyuntura de apuestas normativas inviables y modelos neoliberales insostenibles. La RSE no es ideología pero la confianza que aporta al sistema puede facilitar las soluciones ideológicas híbridas, donde se pueda creer más en la actitud responsable tanto de los que profesan la libertad de mercado como de los que todo lo esperan de la regulación, haciendo cuadrar el círculo en un contexto de gran escrutinio y una mayor exigencia social.
Normativizar la RSE
El Global Reporting Initiative (GRI) ha hecho público un manifiesto [es][ca][en] en el que conmina a los agentes públicos a liderar la RSE. Dada la significación que la opinión del GRI tiene, hay que tener cuidado en no poner un exceso de expectativas en las obligaciones normativas, de la misma manera que tampoco las deberíamos poner en soluciones tipo ISO 26000.
La reflexión lanzada por el GRI es oportuna y correcta, pero quizás no contempla suficientemente adecuadamente la magnitud del problema, y la complejidad de las soluciones. Su propuesta, correcta, focaliza solamente una pequeña parte de la solución con el riesgo de realizar en ella recayó un exceso de expectativas.
De la misma manera que la 26000 puede difuminar los contornos estratégicos de la RSE en copia de una generalización obligada, la llamada del GRI puede hacer recaer en los gobiernos el liderazgo de la RSE, una combinación de dos riesgos que podría ser letal para al enfoque de gestión RSE tal como lo conocemos hoy.
Hace falta liderazgo empresarial
Sin invalidar, pues, ni las normas internacionales ni el rol público, es necesario que el mundo empresarial, tanto las empresas concretas como también las organizaciones empresariales, asuman un verdadero liderazgo hacia la integración de la RSE como un mínimo común denominador de la actividad empresarial, necesario para la cohesión social de las comunidades, la sostenibilidad ambiental del planeta, y el desarrollo sólido de la economía.
Es positiva la regulación que han introducido en Dinamarca por cuanto la transparencia crea confianza y mejora el potencial relacional de las organizaciones: más de mil grandes empresas danesas se verán obligadas por ley a incluir la RSC en sus informes financieros. Asimismo también las 55 empresas públicas suecas se verán obligadas, en una muestra de que la RS también afecta al sector público. Suscribo, pues, el paso que han hecho en estos países. Me preocupa en cambio que se pueda creer que llegados a este punto sólo queda la vía normativa para corregir la situación.
Senso contrario, también es bastante razonable que la falta de capacidad de autorregulación que puedan mostrar las empresas sectorialmente o territorialmente se haya de corregir por parte de la intervención pública. La proclama del GRI anticipa esta necesidad. Sería bueno que el mundo de la economía, y muy especialmente el que siempre se ha mostrado más refractario a la intervención pública hiciera pasos hacia a la autoregulación en aquellas materias más sensibles, por límites éticos y sostenibilidad del sistema, ya sea económico, ambiental o social.
Mientras parece más razonable que en algunos aspectos como los ambientales la regulación deba ir subiendo el listón progresivamente, en otras como las ganancias de los gestores y consejos de administración no es tan claro que la norma les deba afectar. Hay salarios que suenan ofensivos, pero ¿le corresponde a la ley establecer límites? En todo caso, habría que obligar a la transparencia, y sería necesario que las compañías incorporan autoregulación y límites éticos (como, por cierto, sería oportuno hacer en el deporte o el cine). Otro caso es el caso de las empresas que reciben ayudas públicas, donde obviamente sí que el punto de vista de la sociedad representado por la Administración Pública tiene algo que decir.
Momento clave
Estamos ante un momento clave o una ventana estratégica que se nos ha abierto repentinamente como consecuencia de la grave crisis económica y que obliga a todos los grupos de interés a tomar parte. Cuando se cierre habremos consolidado un nuevo escenario donde quizás dispondremos de un mundo empresarial más consecuente con los riesgos que conlleva la falta de responsabilidad social, o tal vez será necesario un retorno a modelos más intervencionistas a partir de la sospecha que la empresa nunca cumplirá con agrado. El GRI ha abierto la caja de Pandora. La palabra la tiene principalmente el mundo empresarial.
Hasta ahora era posible una estrategia de promoción de la RSE consistente en pretender que los compromisos de las mejores facilitara una tracción de las demás, especialmente a lo largo de las cadenas de valor. Esta ha sido una expectativa muy adecuada, que se iba materializando y que se podía ir integrando al modelo de empresa y a su estrategia corporativa. Pero esta dinámica que podría dar resultados tangibles en un medio plazo necesita ahora una aceleración. La estrategia de tracción es insuficiente. La crisis ha acentuado la urgencia y una economía global, basada en el conocimiento y en los valores intangibles, no puede permitirse de estar sometida a riesgos tan desmesurados por culpa de la irresponsabilidad manifiesta de unos pocos pero poderosos líderes corporativos.
Aparte del compromiso de cada empresa, propongo avanzar sectorialmente en normas de autorregulación, y territorialmente en apuestas de gobernanza mediante la gestión de terrirorios socialmente responsables.
Josep Maria Canyelles
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Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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